La ‘anfetamínica’ búsqueda de la felicidad

tailandesa drogas

Cuando sus compañeras de pupitre le enseñan la bolsa de pastillas rojas, a Ta se le acelera el pulso durante la clase de estadística. Mira primero a un lado y a otro, luego clava súbitamente sus ojos en la libreta. Mientras espera que el resto de la clase no se dé cuenta, sólo piensa en dos cosas. La tentación y la cercanía con la droga.

Son las mismas píldoras que la joven universitaria sabe que su hermano compra al lado de su residencia universitaria, en el parque del templo. Esas que ella teme han adelgazado a Joon y lo han convertido en un vago. Es el primer mes de Ta en Bangkok, fuera de su ciudad en el sur, y el miedo a esa bolsa roja es tan grande como la curiosidad que siente por ella.

“Cómete una, no habrás sentido nada igual en tu vida”. Las nuevas amigas de Ta, también novatas en la universidad privada de la Cámara de Comercio tailandesa, no saben ni les importa de qué estén hechas esas pastillas. Sólo disfrutan de sus efectos, ¿acaso no lo hace todo el mundo?

Ellas las llaman Ya Ba (ยาบ้า), literalmente “la medicina de la locura”. Y les gusta cómo les hace sentir esa píldora roja. Según los médicos, si se fuma, puede otorgar sensaciones hasta diez veces superiores al sexo. Eso es lo que produce la mezcla de cafeína y metanfetamina a la que Tailandia lleva décadas enganchada.

Ta resiste esa tarde al impulso casi sexual que le incita a tragarse una de esas píldoras. También logra decir no al día siguiente y al otro, incluso lo evita cuando sale con sus amigas por los bares para universitarios de Pracha Songkro. El deseo no cesa en ella, pero la imagen cada vez más deteriorada de su hermano logra que la estudiante no se atreva.

Sin embargo, durante meses la joven no habla de otra cosa. “Hay mucho Ya Ba en la universidad, pero también cocaína y cristal; todo el mundo se mete y los que venden son alumnos también”. Ta resiste a la tentación, pero a duras penas. Es fácil verla a veces con un inhalador nasal para el dolor de cabeza, aspirando, fantaseando que es polvo rojo lo que entra en su nariz y no menta y eucalipto.

En un país que cuando afloran problemas sociales prefiere mirar hacia otro lado, muchas drogas han tomado una visión sexual, el deseo convertido en química, sin que nadie contradiga esa imagen. Es mejor no hablar de ello. Y sin información al respeto, tomar metanfetamina puede ser casi como beberse un café.

No en vano, las mismas píldoras de Ya Ba que enamoran a las amigas de Ta las popularizaron los conductores de autobuses y de camiones. Así pueden disfrutar del trayecto. Eran su dosis de café. También son las favoritas en el campo y en las fábricas, donde una docena de horas de sufrimiento pueden convertirse en lo mejor del día.

Con la sociedad mirando hacia otro lado y el Gobierno queriendo evitar que se hable de ello, el pueblo poco sabe de sustancias. Sobre todo fuera de las grandes ciudades. Hasta la propia Ta, que afirmaba no haber probado droga alguna en su vida, un día descubrió que aquella hoja que le daba su primo en el pueblo era más o menos lo mismo.

“Es una planta, está en un parque natural y todo el mundo la mastica en Hat Yai; cuando era una quinceañera, solía tomarla con mis primos jugando a cartas, recuerdo que no podía dormir y todo iba muy rápido“.

Se refiere al Kratom, una hoja con similares efectos a los de sus hermanas químicas, pero más controlados. La misma que se administra a los adictos a metanfetamina cuando han cruzado la raya, de igual forma que hace cien años Occidente trataba a los cocainómanos con heroína, el por entonces nuevo milagro de Bayer. “Pero esa planta no cuenta como droga, ¿verdad?”, prefiere decir Ta.

 

La ‘normalidad’ de las drogas en Tailandia

 

Consumidores de Ya Ba

La versión adulterada de las píldoras de Ya Ba es el hielo, la metanfetamina fumada.

Siam lleva más de medio siglo enfrascado en una guerra contra la droga, y parece que está perdiendo. Es más, todas las operaciones llevadas a cabo por el país han obviado mencionar una palabra. Victoria. Aspiran a combatir el consumo y el tráfico, pero asumen que es un problema sin solución. No salen a ganar, con dar la cara les basta.

La única batalla importante que han ganado es la de la imagen al exterior. Los tiempos en los que en el Norte todo lo que se cultivaba era opio y en los que Tailandia era un destino para comprar y consumir drogas ya no existen. Los de fuera no sólo suelen irse del país sin recordar haber visto sustancias, sino que comprar es muy difícil y arriesgado.

Con eso, a muchos de los que mandan en el país les basta. Ha ayudado también el miedo producido por subgénero de literatura escrita por presos en cárceles del Sureste Asiático -un clásico aquí junto a las novelas de extranjeros enamorados de meretrices-, además de los visibles controles policiales. Igual que con la prostitución de menores, el primer reto en la batalla contra los estupefacientes era sacarse el estigma.

La mala imagen del país como destino narcótico menguó notablemente ya en la segunda mitad del pasado siglo. Por entonces, se eliminaron las plantaciones de opio ilegales en la zona tailandesa del Triángulo Dorado, donde confluye Siam con Laos y Birmania. La versión oficial es que, en esas tierras, ahora se cultivan anacardos. Y la propaganda política ensalzó a la casa Real como artífices de la limpieza del lugar. Había desaparecido la droga. Al menos un tipo de droga.

Opio Birmania

Con Tailandia fuera de juego, Birmania se posicionó como el principal productor de heroína del mundo, junto con Afganistán. La producción aumenta cada año, en 2013 fue de más de 60.000 hectáreas, el doble que cinco años atrás. Casi todo se cultiva en el Triángulo Dorado, y Laos produce una parte significante también.

Fue poco más tarde cuando se popularizó la metanfetamina. Bastante más rentable, fácil de producir en pequeños laboratorios clandestinos y tan adictiva como la cocaína o más. Sigue llegando desde el Triángulo Dorado, aunque se produce sobre todo en el lado de Birmania, para luego ser transportada a Tailandia.

No costó demasiado conquistar al pueblo tailandés, que en pocos años se volvió adicto a las píldoras rojas, sin saber muy bien lo que eran y sin cuestionarse si eran buenas o malas. Nadie sabía muy bien qué eran, pero sí las sensaciones que producían. Dos décadas antes de que en España conociésemos las pastillas, el Sureste Asiático ya estaba enganchado.

En Bangkok se trabaja muy bien esa imagen pública de castigo a toxicómanos y camellos, pero sin información ni educación en materia de sustancias, la visión más global de muchos es que la droga dañina de verdad era el opio. O la cocaína, que sigue siendo “cosa de ricos” y de los barrios adinerados de Bangkok.

Ningún Gobierno ha querido hablar claro de ello, educar a su pueblo, y eso ha enquistado el problema. Igual que la guerra no declarada entre musulmanes y budistas en la frontera con Malasia. Como el problema del sida, frente al que siguen prefiriendo no dar educación sexual y que sigan los contagios antes que tocar la recta moral tailandesa.

En Asia es mejor vivir con el problema si se evita que haga ruido antes que solucionarlo. Pasa algo similar con la Yakuza en Japón.

Drogas Ayuthaya

Se suelen quemar públicamente algunas de las incautaciones. La foto es de una destrucción de 400 millones de dólares en diversas sustancias, en Ayuthaya.

Actualmente, no es descabellado decir que Tailandia está perdiendo la guerra contra las drogas. ¿Por qué? Sólo hay que ver los números. A finales de los 90, se incautaban unos 14 millones de de pastillas. En 2013 esta cifra supero los 70 millones. Y se arrestaron a 322.000 personas en el Sureste Asiático, cinco veces más.

Cifras exactas de consumo no hay, pero las que manejaba el ministerio de Salud era que entre 2007 y 2011 se pasó de 407.000 a 1,4 millones de adictos declarados. Los números más actuales se mantienen en los 1,3 millones, un 2% de la población del país.

Y con más de un billón de píldoras de Ya Ba introducidas al año en Tailandia, la adicción de Siam a la metanfetamina birmana no tiene pinta de aminorar la marcha.

 

La pasión de la metanfetamina en Tailandia

 

Ya ba drogas en Tailandia

La metanfetamina en Tailandia no se limita a usos recreativos. Eso es cosa de los países europeos, donde las pastillas se consumían casi exclusivamente en discotecas. Aquí, los efectos de la adicción a la metanfetamina los puedes ver en cualquier sitio.

¿Por qué los conductores de camiones y autobuses conducen rápido y mal? Durante una época, todos consumían Ya Ba y se estandarizó que rompiesen siempre los límites. Los accidentes con furgonetas son un caso similar. En las fábricas se produce a toda prisa porque se consumen píldoras rojas. En el campo también son populares.

El éxito de la metanfetamina fue venderla a todo el pueblo como si fuesen aspirinas.

A quienes han tonteado con sustancias similares en Europa, esto les asombra. ¿Un anfetamínico a diario? Sin embargo, es un fármaco distinto a los conocidos en España. En nuestro país se conocieron la anfetamina, el MDA y el MDMA. Todos ellos cortados con porquería, en dosis irregulares y mezclados entre ellos. Pero no llegó la metanfetamina (MA), que es propia de la zona. La misma que coloquialmente en América se conoce como meth o speed. Este último nada tiene que ver con el polvo que se vendía en los garitos españoles.

No suele adulterarse la metanfetamina que corre por Tailandia, sobre todo en píldoras, ya que produciéndose en la frontera entre Birmania y Tailandia el coste en cortarla no es rentable.

Time speed portada metanfetamina tailandia

Fotografía de Jonhatan Taylor para Time, a principios de este siglo. Capturó un reportaje sobre la adicción a fumar metanfetamina en Tailandia.

¿Qué tiene de especial esta metanfetamina roja? Sus efectos de energía y placer no desbocan al usuario, como ocurre con el MDMA adulterado y en altas dosis. Muchos adictos la toman a diario sin que se note, igual que ocurre con la cocaína en otras sociedades. Y al ser más controlable y en alto grado de pureza, se vuelve terriblemente adictiva. Mención aparte tiene su versión fumada, conocida como ice y que vendría a ser el crack del ya ba. Sus efectos devastadores a corto y medio plazo.

La historia de éxito de la metanfetamina en Tailandia parte de esa desinformación en la segunda mitad de siglo XX. La legislación tailandesa era mínima y las píldoras de Ya Ba se hicieron famosas porque podían comprarse en gasolineras. Se vendía a precio de chicles y los conductores encontraron a su copiloto favorito en las cápsulas rojas.

El descontrol fue masivo hasta que en los 70 tuvo que ilegalizarse su consumo. El Gobierno se vio forzado a ello, ya que en casi todos los accidentes de tráfico los culpables iban hasta las cejas de de Ya Ba. ¿Se sigue usando en las carreteras hoy en día? Si, aunque mucho menos. A finales del pasado año, por ejemplo, un camionero arrolló y mató a una joven en Asok, el centro de Bangkok, tras saltarse un paso de peatones a alta velocidad. Iba bajo los efectos de la píldora roja.

Tras usarse constantemente en fábricas, en el campo y en cualquier situación, empezó a encontrarse la versión fumada. El ice tiene una tasa de concentración del 90% de metanfetamina. Comparado con el 20% o 30% de las píldoras rojas, la adicción por parte del que aspira el humo del hielo está casi garantizada.

A veces, es posible escuchar voces que tachan a la metanfetamina de uno de los culpables del lento desarrollo del país. Si se pone imaginación, no cuesta mucho pensar que una sociedad como la de Aldous Huxley y su Mundo Feliz -o la del censurado 1984 de George Orwell- es compatible con la Tailandia de hoy en día.

Para mantener el proceso fabril y los transportes de este lugar que busca la felicidad, el ice y el Ya Ba hacen las veces de la soma, esa droga ficticia de la novela de Huxley con la que se ofrecía felicidad para soportar la vida en totalitarismo. Resulta incluso irónico que Corea del Norte haya importado el ice de Tailandia y drogue a su necesitada población con ello.

 

Incierto futuro y el consumo en aumento

 

Yingluk drogas ya ba

La ex primer ministro, Yingluk Shinawatra, ante una incautación de Ya Ba.

Desde hace décadas, el problema es global en todo el país, pero con matices. No se ve tan a menudo en las zonas urbanas, tampoco en las turísticas, pero sí en los pueblos. En zonas de costa, lejos de los viajeros, también. Y las iniciativas del Gobierno nunca acaban de funcionar. Ni siquiera la guerra sucia de Thaksin Shinawatra en 2003 contra la droga dio resultado.

Es más, la intentona le salió rana al ex primer ministro exiliado. En aquel 2003, cuando el problema de adicción del pueblo tailandés a la metanfetamina se veía en las calles a la luz del día y se hizo insostenible, Thaksin manifestó que la Casa Real quería que los siameses dejasen de consumir. Y él cogió las armas.

guerra contra las drogas de Thaksin

La imagen a diario durante la guerra contra las drogas de Thaksin.

Thaksin decidió combatir el narcotráfico y el consumo de la misma forma que Felipe González y los suyos usaron el GAL para debilitar a ETA. Y a los tailandeses les salió incluso peor.

En 2003, los precios por píldora de Ya Ba ascendieron de los menos de 30 céntimos de euro que costaban hasta los siete u ocho dólares que valen hoy en día. Durante un tiempo, el tráfico menguó y costaba encontrar mercancía. Fue un espejismo, al poco tiempo regresaron los camellos. Y las drogas, entonces más caras, aumentaron su potencia.

Todo eso no le salió gratis a Thaksin. La hazaña se saldó con casi 3.000 muertos en unos tres meses. En principio, iban a por los grandes camellos, pero también peló algún ratero. Al final se asesinaba sobre todo a adictos y a mucho inocente, lo que dio tan mala prensa al primer ministro que tuvo que dar marcha atrás en su guerra sucia.

Guerra droga Thaksin

En la actualidad, el consumo cada vez se oculta más en las ciudades y en Bangkok o Chiang Mai, donde cuesta toparse con un adicto a plena luz del día. Es en Isaan donde el uso es descarado, con un aumento de las detenciones del 700% entre 2008 y 2014, sólo en la región del noreste. Los campesinos la usan regularmente para soportar las duras condiciones del campo y para poder trabajar día y noche.

También las chicas que muestran sus vergüenzas en barras americanas abusan de la metanfetamina, aunque en estos casos es más habitual consumir ice. Sin duda las que se dedican al servicio que no cobra impuestos necesitan evadir su mente de lo que les viene encima.

Pero la guerra contra las drogas no la están ganando. No sólo con la metanfetamina, ya que la ketamina corre en las discotecas -sólo hay que ver lo que ocurre en los lavabos de Narz en Bangkok- y la cocaína es una vieja conocida, entre otros narcóticos. Por no hablar de los energúmenos que fabrican pastillas de Ya Ba recubiertas de caramelos de colores, y luego los venden a niños en Facebook.

En muchas familias del campo, la píldora roja sigue siendo necesaria para poder trabajar de sol a sol y algunas horas por la noche. Muchas fábricas producen a toda máquina, viajando en el tren del Ya Ba. Y nadie duda que buena parte del ascenso de la violencia en los callejones de Bangkok viene provocado por el abuso de la metanfetamina.

Quizás la joven Ta haya logrado escapar del impulso que le llama a consumir, dejando de lado a sus amigas. Sin querer seguir el descenso de su hermano a los infiernos. Pero mientras la policía siga mirando hacia otro lado cuando la droga llega de Birmania y los agentes se dediquen a registrar a extranjeros en busca de calderilla, en lugar de ponerse a lo que toca, la victoria es algo con lo que ni soñar puede permitirse Tailandia. Sobre todo si decir no como Ta resulta a veces tan complicado.

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9 comentarios

  1. brain dice:

    No me extrañaria que Breaking Bad sea un exito alli. Pero dejando bromas aparte, esta claro que la mejor manera de solucionar esto es haciendo lo mismo que hace USA con la marihuana. Sino puedes luchar contra la droga ( al igual que la prostitucion ), al menos normalizala y saca del negocio a las mafias. Es un mal menor y sinceramente, en la mayoria de casos nadie te obliga a consumirlas.

    • Aquí la corrupción está tan instaurada y las mafias tan enquistadas que eliminar el problema intuyo crearía un ‘problema’ mayor. Con lo de las drogas -igual que con la prostitución-, la mentalidad de por aquí es que lo mejor es prohibirla de cara a la galería y, si luego ocurre en la trastienda y de forma más o menos controlada, pues se considera un mal asumible. El conflicto es cuando se dispara el consumo y una adicción masiva…

      No soy yo quien pueda ofrecer respuesta, pero personalmente dudo que la solución ante sustancias tan potentes sea la legalización. Yo creo que sería más efectiva la educación, la información y concienciar a la gente.

      Porque lo peor de la metanfetamina seguramente no sea quien la usa en una noche salvaje de vez en cuando, sino los que la ‘necesitan’ para soportar el día a día en los estratos sociales más bajos.

  2. Herr Peter dice:

    Algunos datos para la hemeroteca.
    Antes de llamarse yaa baa (ยาบ้า) “droga loca”, se llamaba yaa maa (ยาม้า) “droga caballo” porque el que la tomaba se ponía como un caballo. Vistas las consecuencias de tomarla, se conviertió en BAA.

    No hace ni dos décadas que se produce y comercializa como tal. Anfetaminas siempre ha habido desde su invención hace un siglo y medio, pero no con fines lúdicos. Los camioneros y demás ya iban como motos por el Grating Daeng, M-150 y similares, para ellos se anuncia.

    Los campos de opio no se han eliminado totalmente del territorio tailandés. Existen campos de amapolas vigilados por el ejército destinados a la producción de fármacos derivados de opiáceos.

    Muy bien y enhorabuena.

    • Sí, había leído lo de yaa maa, dicen que se diseñaron en Birmania para que los caballos acarreasen con más fuerza. No sé qué hay con lo de tomar drogas para caballos, en China están enganchados a la ketamina. Por aquí también se ve, pero menos… Ambos nombres no parecen tener demasiada imaginación.

      El problema de camioneros, autobuses y taxistas parece ser crónico. Es curioso que lo que en Occidente es lúdico en el Sureste Asiático se use para currar. Eso demuestra a más de uno que Tailandia puede no ser tercermundista, pero está también lejos de ser desarrollado. El que lo vio claro fue el de Red Bull. Vio a los taxistas beber krating daeng y se lo llevó a las discotecas europeas.

      Desconocía los campos de amapolas para desarrollar fármacos, bien apunte. Igualmente, los satélites que captan las imágenes del cultivo para opio en la zona se centran en Laos y sobre todo Birmania.

      Gracias por detallar estos puntos, el tema tiene mucha tela por cortar. Viendo que te interesa el tema, ¿has visto la serie americana de The Knick? Si no lo has hecho, te gustará y es muy veraz con los datos históricos 😉

      • Herr Peter dice:

        Con ketamina (yaa key, en el argot) pillamos a uno que la lió parda en un bar de Sukhumvit, pero el chico era farang. Con unas decenas de miles de bahts se arregló el tema. El chico decía que no era suya, que casualmente se encontraba a sus pies. Le dije que la mentira era muy tonta y que convenía acortar el camino diciendo la verdad, al margen de que cuando fue arrestado, se subía por las paredes como un jikjok.

  3. Iñaki dice:

    Muy buen artículo, enhorabuena.

  4. Josan dice:

    enhorabuena por el reportaje. Había oído hablar mucHo del yava. Gracias por compartirlo.

  5. Aaron dice:

    Las drogas siempre han sido un gran problema en la juventud. Se necesita programas de educación y drogadicción, labor social, campañas de prevención para combatir este mal. Esperemos todo mejore, pera la realidad es que droga siempre existirá en todos lados, es un mal mundial.

  6. Jordi dice:

    Vagueria tailandesa al cubo !
    Me ahorro la campaña publicitaria de cara a la galería ( no vaya a ser que los tontos falangs aunque no entiendan los carteles ) y que mi pueblo pruebe mis porras o pistola ante el hecho in situ. Vagueria crónica insana. Me permito un: Que subnormales más obtusos !

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