Periodistas de golpe de Estado

Los militares son la nueva atracción turística de Bangkok.

Lo de ser periodista siempre fue una profesión muy puta. Estás tan tranquilo un día en tu redacción invirtiendo tu valioso tiempo en Farmville y de repente te avisan que se ha derrumbado un túnel en construcción. Con tres trabajadores extranjeros dentro. Son las seis de la tarde y, en lugar de seguir criando tus gallinas virtuales, te has de poner a escribir sobre la dichosa infraestructura. Y eso que de infraestructuras sabes menos que de criar gallinas que no sean virtuales. Pero, cueste lo que cueste, en tres horas has de tener lista la que será la primera página del diario de mañana.

Tu director te dice que que le suena algo de que ese túnel se estaba construyendo de baratillo. “Seguro que contrataron a inmigrantes ilegales, tira por ahí y por lo de que los materiales eran de mala calidad”. Como no tienes ni repajolera idea del asunto, acabas buceando en foros en portugués, los traduces con Google, haces cuatro apaños y acabas titulando que “la embriaguez del ladrillo se cobra la vida de tres inmigrantes”. Lo de usar comparativos relacionados con la borrachera es recurso común entre periodistas. Lo llevamos en las venas. El alcohol, me refiero.

Esa situación la vi en directo, aunque no era yo quien jugaba a Farmville. Y esta historia, muy común en el día a día de un periódico, viene a ejemplificar muy bien cómo se ha informado en muchos sitios acerca del golpe de Estado en Tailandia.

Para la mayoría de los mortales de ojos redondos, Tailandia está muy lejos. Y además aquí se habla un idioma muy raro, por no mencionar la enrevesada cultura de los descendientes de Siam. Así que, cuando en las redacciones periodísticas recibieron la noticia de un golpe de Estado en tan desconocido lugar, se pusieron a pensar en Antonio Tejero y en su “todos contra el suelo”. Imaginando tanques, manifestantes y, sobre todo, un derramamiento de sangre.

El problema de demasiados periódicos fue que, ante semejante panorama, no tenían a nadie a quién poder llamar. La mayoría de corresponsales han sido finiquitados y se ha dejado de pagar a los colaboradores internacionales. Así que los periodistas tienen que resolver la papeleta viendo lo que dicen las agencias y otros medios. Informar desde la barrera, lo que no gusta a nadie en esta profesión.

Porque años atrás, cuando en prensa había dinero y pasaba algo así, todos los diarios tenían a un periodista destinado en la zona. Y si no estaba en el país en cuestión, le pagaban un billete de avión a alguien ese mismo día para que se fuese a informar. Hace menos de una década, era impensable que un periódico de gran tirada informase de un golpe de Estado sin poner un pie en el país. Hoy en día es la tónica habitual.

Golpe de Estado ¿rima? con “todos contra el suelo”

En España temiendo a las balas. Y en Khaosan de cubatas con los que tienen las balas.

Sin corresponsales en la zona y sin dinero para pagar a colaboradores, muchos medios se las ha arreglado de cualquier manera. Los directores y grupos editoriales se quejan de que el público no confía en ellos. Normal. En casos como este golpe de Estado en Tailandia, demasiados periódicos han hecho sus crónicas a distancia. Sin saber de primera mano qué ocurría en Tailandia.

Así se entiende que en tantos sitios se ofreciese la misma información aséptica. Que aquellos que estaban planeando un viaje se viesen desamparados y no encontrasen respuestas. Y también que mi tía llamase a mi madre preocupada por si en mitad de la trifulca una bala perdida me alcanzaba a mí. Menos mal que en mi casa no dudan que de balas perdidas sé un rato.

La información que se ha dado en muchos de los grandes medios ha sido simple y descafeinada. Era un copiapega de las agencias de noticias, que cubren tan solo la parte noticiosa del asunto. Por eso lo publicado a tantos nos ha parecido superficial y poco argumentativo, a excepción de casos puntuales. Y no creo que haya resuelto muchas dudas de quienes viven en España.

Es algo que realmente me duele, ya que tengo a grandísimos amigos en muchas redacciones periodísticas y son auténticos comunicadores de los que aprendí mucho. No es culpa de excelentes profesionales, sino de la penosa gestión de la mayoría de medios de comunicación.

Por eso, no culpo a mis ex compañeros de prensa en España. Han hecho su trabajo lo mejor que han podido como buenos periodistas que son. Han salido del paso, siempre lo logran. Esmerándose en hacer malabarismos: contactar con quienes viven en Bangkok y tener al menos unas declaraciones de primera mano.

Si hay que busca responsables por la falta de información exhaustiva, se ha de hacer en las cúpulas de los diarios, que piden dinero cada día en el kiosko pero luego no quieren pagar a corresponsales o a cronistas independientes que estén en la zona.

La única gran excepción a tanta información homogénea ha sido El Mundo. No porque El Mundo sea mejor. Sino por la casualidad de que aún está con ellos David Jiménez, quien para muchos es el mejor periodista en español establecido en Asia. David lleva años viviendo en Bangkok y conoce bien de qué va el meollo, como se puede leer en alguno de sus artículos estos días.

Y cierto es que Tailandia está de golpe de Estado. Pero no es un golpe de Estado como muchos periodistas cuentan. Las libertades están suprimidas y la dictadura militar está implantada. Aunque en lugar de derramamiento de sangre los civiles se hacen fotos con los militares. Y es que este golpe de Estado a la tailandesa poco tiene que ver con lo que uno puede imaginarse a miles de kilómetros de distancia.