El crimen de la confianza

Hay historias en las que las palabras fluyen solas. Empiezas a escribir y las manos teclean libres, lo tienes todo pensado y en pocas horas tienes el artículo finiquitado. En cambio, antes de escribir estas líneas he estado paralizado frente a la pantalla durante muchísimo tiempo. No es fácil escribir sobre esto.

Son días duros en Bangkok para la comunidad española y para casi cualquiera. Han matado a sangre fría a uno de los nuestros. Y a uno de los buenos. Un crimen de una crueldad que supera a la ficción, casi imposible de creer. La víctima fue torturada, asesinada y descuartizada. Todo por dinero.

Y lo más doloroso es que, si la investigación policial es correcta, las manos que cometieron el crimen fueron también españolas. El culpable -o los culpables- intimaron con la víctima, se hicieron amigos y lograron su confianza. El asesino se aprovechó de esa amistad. Una relación muy común aquí, en Bangkok, donde muchos nos conocemos y nos juntamos sin importar nuestro pasado.

Por eso, este es el crimen de la confianza. Ya que la confianza fue el arma que utilizaron para cometer un asesinato salvaje contra una persona que ninguna culpa tenía.

Nadie se merece lo que le ocurrió a David Bernat. Un tipo excelente del que, lamentablemente, se han dicho muchas incoherencias estos días, tanto en Tailandia como en algunos medios españoles. Y que realmente sólo se merece las mejores palabras.

 

Para David, una víctima inocente

 

Casi no conocí a David. Había estado de copas alguna vez con él y coincidimos unas pocas noches, pero nada más. Teníamos, eso sí, varios amigos en común. Amigos muy fieles que ahora sienten rabia e impotencia. Y que quieren que cuente una historia diferente a muchas de las que se han podido leer.

A algunos golosos medios de comunicación, cuando supieron de la noticia, les pareció oportuno decir que la horrible muerte de David tenía que haber sido un ajuste de cuentas. O algo relacionado con el mundo de la noche y las drogas. Claro, cuando Bangkok es el escenario de un delito siempre se piensa en lo mismo. Pero nada de eso tuvo que ver en el crimen de la confianza. Cuanto menos, eso explican fuentes policiales.

El gran pecado de David fue tener ilusiones y haber hecho dinero. Estudiante ejemplar e impecable profesional, había logrado una posición laboral envidiable. No le importaba reconocer que se dejaba los cuernos pero hacía mil euros por día de trabajo. Y siempre hablaba de su sueño: Retirarse a los 40 años.

Quizás su problema fue que era demasiado evidente que hacía dinero. A él no le importaba que se supiese, por supuesto, pero no esperaba que atrajese al mismísimo demonio olfateando su billetera.

No se sabe cuánto tiempo estuvieron sus asesinos investigando lo que podían quitarle, pero fueron muchísimos meses. Semanas y semanas en las que el pobre David entabló amistad con los indeseables que luego acabarían por su vida. Él ofreció su confianza y ellos le quitaron todo por lo que él luchaba: Su retiro a los 40, edad en la que murió.

En la segunda mitad de enero, David desapareció. Según la reconstrucción policial, estuvo una semana cautivo. Lo torturaron, lo tuvieron días sin comer y se las apañaron para transferir unos 36 millones de bahts desde su banco de Singapur a cuentas en España y Tailandia. Alrededor de un millón de dólares.

Cuando tuvieron el dinero, quienes lo mantenían prisionero se enfadaron al ver que la mayoría del capital estaba bloqueado por los bancos de destino. Según la policía tailandesa, los captores sólo pudieron obtener alrededor de un millón de bahts y esa pudo ser la razón por lo que lo mataron. Murió ahogado tras varios días de cautividad y tortura.

Todo fue por dinero. Al menos, la policía descarta otras causas y todo apunta a eso. Nada que ver con ajustes de cuentas o enredos amorosos. Parece ser que fue un golpe para robar a una persona su dinero y sus ilusiones, justo cuando pensaba retirarse. Los malnacidos que lo hicieron no tuvieron escrúpulos en, posteriormente, desmembrarlo con herramientas de bricolaje y lanzar sus restos al río.

En la prensa tailandesa se ha dicho que David podía ser gay y que estaba enamorado de uno de sus captores. Un tremendo error que viene a recordarnos lo sensacionalistas que pueden ser los medios en Siam. Eso sí, los periódicos españoles también han tenido tremendos errores.

Fue simplemente el dinero. Tan horrendo crimen da la impresión que fue sólo para robar a una persona que había depositado su confianza en esas personas. Es normal que la comunidad española en Bangkok esté en estado de shock. Nadie esperaba semejante crimen de la confianza.

 

¿Y quiénes son los asesinos?

 

No voy a caer en especulaciones. Quien tenga alguna pista, lo mejor que puede hacer es dirigirse a la policía o al consulado de España en Tailandia. Me voy a limitar a lo que se sabe y ya se puede leer en la prensa en tailandés. La misma donde, desde el jueves, se habla de un principal sospechoso. Un español que, mientras escribía este artículo, me chivaron que ya había sido detenido.

La policía tailandesa estima que hay varias personas implicadas. Los cabecillas de esta banda -que en algunos medios siameses la llaman gang krating, la “banda del toro”- se estima que son españoles. Pueden haber hasta tres personas implicadas y con pasaporte español, ha afirmado la policía.

Al principal sospechoso lo tenemos en todos los medios de comunicación. Arturo Segarra, barcelonés de 37 años y presunto fugado de la justicia española, según la información que maneja la policía tailandesa.

A Arturo lo vi unas pocas veces en mi vida. Nos odiamos desde el primer momento en que coincidimos, hace ya varios meses. Su explicación sobre qué hacía en Tailandia fue clara: “Yo follo; todos los días, con todas las que puedo”. Su novia esperaba en su motocicleta, aparcada en la calle.

Nunca me interesé por él y nos vimos en muy pocas ocasiones. Casi siempre en la discoteca Climax, su lugar de referencia y donde él sólo bebía agua. Nunca conocí su historia en aquel momento, igual que sus conquistas amorosas. Las mismas que, me consta, ahora están consternadas al ver su foto en los telediarios.

Arturo es el principal sospechoso porque buena parte del dinero que se transfirió del banco de David fue a parar a sus cuentas corrientes. Además, se le ha grabado a él y a su novia retirando dinero de varios cajeros automáticos, lo que aporta más pruebas sobre su posible culpabilidad.

El beneficio de la duda y la presunción de inocencia los tiene como todo sospechoso. Pero su huida hacia Surin, donde abandonó a la motocicleta y a su novia antes de cruzar la frontera hacia Camboya, no ayuda.

En los últimos dos días, se ha dicho de todo sobre él. Su novia -quien primero declaró no saber nada del asesinato- acabó por explicar que había una nevera enorme en su casa donde Arturo le prohibió mirar. En algunos medios se afirma que ella ya ha confesado que fue el propio Arturo quien despedazó el cuerpo, aunque sin mayor confirmación.

Y cuando en Tailandia ya se daba todo por perdido al pensar que Arturo había cruzado la frontera hacia Camboya, hoy lo han detenido en el país vecino. Su vanidad le había jugado una mala pasada.

La misma vanidad que le llevaba a hablar con desconocidos y decir que era un forajido de la justicia española. Hoy mismo, un conocido me ha comentado que Arturo le dijo que estaba buscado en España por un delito que salía reportado en este artículo de prensa. Si es cierto que estafaba a ancianos, que cada uno lo juzgue como considere.

En Camboya, país que visitó el pasado año, dejó varios cabos sueltos. Y ayer, mi amigo Joaquín Campos -que tiene un excelente restaurante en la capital del país- le contó la historia a dos clientes suyos y les enseñó una foto de Arturo. Esas dos personas fueron hoy a Sihanoukville, la zona camboyana de playa más conocida, y vieron al sospechoso. Estaba en un bar como si nada.

Gracias a Joaquín y a sus dos clientes, Arturo hoy está entre rejas en Camboya. ¿Culpable o inocente? Eso lo decidirá el juez, aunque veremos cuándo lo extraditan a Tailandia. Se supone que pronto, mañana lunes la policía siamesa ha convocado una rueda de prensa para anunciar algo importante sobre el caso.

Sobre el resto de la banda no hay nada confirmado. Han salido algunos nombres, pero ninguno de ellos es un firme sospechoso ahora mismo y aquí no levantaremos la voz si no hay confirmación alguna o una orden de arresto firme. No olvidemos que pueden haberle tendido una trampa a alguien.

También hay que tener en cuenta que puede entorpecerse la investigación con según qué informaciones. Por mi parte, no hay nada que desee más que ver pagar a los hijos de puta que han perpetrado semejante crimen. Nunca podrán pagar por la vileza que han mostrado.

 

La confianza en horas bajas

 

La comunidad española en Bangkok está conmocionada. Y no es para menos. La confianza está en horas bajas tras haber traicionado a David. Un tipo que no merecía semejante atrocidad y cuyo único error fue ser bonachón con quien no debía, además de tener sueños y esperanzas.

Las llamadas se suceden constantemente y ya ha empezado la paranoia. Se sabe que hay más de un español relacionado con este crimen y muchos apuntan, al azar, quién podría ser culpable. Cualquiera puede haber sido, y por eso se señala a cualquiera. También hay miedo, muchos expatriados están atemorizados. Otros sienten rabia al descubrir que han tomado copas con un presunto asesino.

No podremos recuperar a David, un tipo a quien prácticamente no conocí, pero que por lo que me cuentan todos los que le eran cercanos seguro que nos hubiésemos llevado bien. Sólo nos queda esperar que se capture a los culpables y les hagan pagar. Al menos, que se haga justicia. La que merece David y todas las personas que lo querían.