Tailandia, ¿el país de los hombres libres?
La indecente fuerza del sol de mediodía en Bangkok inunda sin piedad toda la estancia. En el televisor dos estúpidos discuten en un agitado tailandés con acento central acerca de lo que han dicho otros dos estúpidos y sobre lo que dirán más estúpidos al día siguiente. El ventilador gira con fuerza y se balancea sobre el eje que lo sujeta al techo. Aún con las ventanas cerradas, esas desde la habitación se puede sentir cómo una horda de coches, motos y tuc-tucs se pelean por sortear otro atasco en hora punta de la capital de Tailandia.
Todo el mundo tiene algún lado al que ir. Algo que hacer. Y sin embargo, Pui sigue estirada en su cama. Tumbada boca abajo y con la cabeza hundida en su almohada, parece que Pui siga durmiendo. Pero sus ojos están abiertos. Muy abiertos. No es más que otro martes en su vida. Otro día más en la vida de Pui. Un día calcado al día anterior. Y al martes anterior. Con un leve movimiento de su mano alcanza el teléfono móvil que se encontraba justo a su lado. Marca un número sin siquiera mover otro músculo que no sea el de la mano con la que sujeta el terminal. Se lo lleva a la oreja y escucha como se repiten los habituales pitidos una y otra vez. Sigue en la misma posición. Ni se inmuta. Su cabeza sobre la almohada y tumbada como si durmiese boca arriba.
-Hola mamá.
-Pui -contestan al otro lado-. ¿Qué tal, hija?
-Como siempre. ¿Has podido mirar tus horarios?
-Aún no, Pui -contesta su madre con un hilillo de voz-. Mañana te digo algo.
-Pero mamá, no puedo quedarme todo el mes aquí. Mis amigos están todos pasando las vacaciones en sus ciudades, ¿por qué he de esperar un mes a que empiecen las clases?
-Ya sabes que es mejor para tu futuro que estudies en Bangkok, ya vendrás a Hat Yai en otro momento.
-¡Pero ahora son vacaciones! -grita la joven-. No tengo dinero para hacer nada, mis amigos están fuera y estoy todo el día encerrada en esta habitación. En casa -argumenta refiriéndose a Hat Yai, la ciudad donde nació y donde vive su familia- podría ver a los abuelos y estar contigo. Iría a la piscina cada día.
-Lo siento, Pui. Creo que es mejor que te quedes en Bangkok.
Hace algo más de dos semanas que Pui acabó su primer año en una de las numerosas universidades que pueblan Bangkok. Ahora mismo disfruta de sus vacaciones hasta que deba regresar a los libros un mes más tarde. Pero no se puede decir que disfrute de sus vacaciones. Mientras que sus amigos han regresado a casa de sus padres para estar con ellos hasta que empiece el curso, la madre de Pui le ha pedido a ella que se quede en Bangkok. Le envía el mismo dinero cada semana. Paga las facturas y el alquiler de su habitación. La llama a diario. Pero no le permite comprar un billete de autobús para regresar a la que siempre fue su ciudad en el sur de Tailandia. Prefiere que se quede tirada en Bangkok el mes que aún falta hasta volver a las aulas.
-Por cierto, Pui -continúa su madre-. Al final tu hermano irá a Bangkok a estudiar en tu misma universidad.
-¿Por qué? Ya lo hablamos con los abuelos. Sabes que Jun no puede estar fuera de Hat Yai.
-Le irá bien estudiar en una universidad mejor que la de aquí.
-Si nunca ha estudiado mucho -explica resignada-. Y aquí yo no voy a poder controlarle como hacen los abuelos.
-Se portará bien, es tu hermano.
–Aquí estará todo el día jugando a cartas y haciendo otras cosas -comenta evitando hablar de los problemas con las drogas de su hermano. Problemas que no duda su madre está más que al corriente.
-Es mejor para todos -sentencia su madre.
En realidad, no lo es. No es mejor para Jun. Tampoco es mejor para Pui. Como ni siquiera puede ser mejor para la madre de ambos. Sólo puede ser mejor para el hombre que vive con ella. El mismo hombre que no piensa ocuparse de dos hijos que no son suyos.
Los padres de Pui hace muchos años que se separaron. Ella sólo era una cría de ocho años cuando su padre se fue al mar. Cuando la adicción a los juegos de cartas que le consumía acabó por dinamitar aquel matrimonio. Sin embargo, la madre de Pui aún era joven. No alcanzaba la treintena y era una guapa mujer de Tailandia. Y muy poco le costó encontrar a otro hombre que la sedujese. Sólo que ese hombre no estaba dispuesto a permitir que los hijos de su mujer con su anterior marido se interpusiesen en su camino. El trato fue sencillo. Los hijos de ella eran suyos y suyo el problema. Y nunca iba a ser algo de lo que él tuviese que preocuparse. Tanto, que ni siquiera quería verlos en casa.
Al fin y al cabo el drama de Pui no es más que el que viven infinidad de familias desestructuradas en un país donde casarse con menos de veinticinco años y divorciarse antes de llegar a los treinta es normal.
Y es que en Tailandia nada tienen que ver las separaciones matrimoniales con la vieja Europa. De buenas a primeras, la mujer es quien carga con el muerto. Y el ex marido hace como si estuviese muerto, pese a estar más vivo que aquel que estaba tomando cañas. No hay responsabilidades para el hombre. Si se va, adiós muy buenas. Ya se encargará la madre de los hijos.
Pero claro, ¿acaso alguien está dispuesto a cargar con los hijos de otro de buenas a primeras? Pues no. En España, por ejemplo, si una mujer dice que es madre soltera cualquier pretendiente que revolotee a su alrededor sale corriendo. Por muy buena que esté. A veces, incluso por mucho dinero que pueda tener.
En Tailandia no es necesario. ¿Tienes hijos? Muy bien, no es mi problema, dicen muchos. Y lo que es más importante, fuerzan a su nueva mujer a que viva sin sus hijos. A que elija entre él o entre sus hijos. La mayoría elijen al nuevo hombre. Alguien que pueda mantenerlas y a quien amen.
Pero, ¿y los hijos? Muy sencillo. Los envían con los abuelos. Y de vez en cuando pueden ir a casa de su madre. Pero, claro, siempre que el nuevo amo del castillo esté de acuerdo. El único caso diferente es cuando la madre tailandesa logra enganchar a un extranjero, ya sea europeo, americano o japonés, acostumbrado en su cultura del bienestar a cargar con el muerto si te toca una mujer con hijos.
Pero eso no ocurrió con Pui. Su madre se casó con otro hombre similar a su primer esposo. Pui quiere estar con su madre. Pero no puede. Tiene vacaciones durante un mes y medio y desea ir a su hogar. Pero no puede. Quiere hacer algo más que esperar a que el tiempo pase en su apartamento en Bangkok. Pero no puede. Pui sólo puede esperar. Un día su madre irá a verla. Le llevará comida. Le dará un abrazo. Y le dirá adiós nuevamente. Pui no podrá viajar a Hat Yai. Tampoco su hermano. Pese a los problemas con las apuestas y las drogas del muchacho, la madre de ellos ve favorable la posibilidad de que Jun tenga que enfrentarse solito a las drogas en ese caos que es Bangkok a tener que pedirle a su nuevo marido que su hijo esté cerca de ella.
Siempre pensé que en España nos pasamos con la protección a la madre soltera. Que quizás el hombre ha de pagar demasiado caro el error de dejar embarazada a una mujer. Y que probablemente si el nuevo amante no demuestra a la madre soltera que amará a sus hijos y se encargará de ellos como si fuesen suyos propios, ella cortará por lo sano.
Menos mal que hay mucho temor al sida en este país. Mucho. Si no, la cantidad de madres solteras que llegaría a haber sería incluso obsceno. Al fin y al cabo, si luego te puedes desentender de cualquier hijo como quien tira un papel a la calle, ¿para qué preocuparte por usar condón y dejar embarazada a una tipa cualquiera?
. Esta cultura lo tiene muy claro, el hombre manda.
Si nos vamos al tiempo de las cavernas y los dinosaurios, como seria esa pro creación. Bueno no estaría muy seguro pero de seguro la mujer cargaba con los hijos y el hombre salía a cazar otras presas para comer y estoy convencido que por allí se ha tenido que quedar muchas veces fuera de casa o mejor dicho de su caverna.
En nuestros países muchas veces vemos casos de hombres maltratados por mujeres, el machismo es cosa del pasado, la mujer es feminista. Como la mujer ahora puede estar en niveles altos el hombre debe protegerse mas en cuanto a sus bienes. Ya que realmente es nuestros países conoces un tipa la enamoras, te casas con ella. Haces un reservación en uno de los hoteles mas caros del país, pagar el puto buffet, la puta banda de música, los putos arreglos florales, el puto anillo de bodas y después el maldito viaje para acostarse en una puta cama de quien sabe cuantos billetes. Luego cuando tienen hijos, la gran fabula de la princesa encantadora se termino y ahora es una vida de casa y trabajar. Cuando se recuerda de toda esa fabula de mierda, empieza a palpar los putos problemas y a la mierda se va todo y viene el puto divorcio y la pensión de mierda que debes pagarle a tus hijos que ya no van estar contigo. Por que ya las atenciones no son las mismas y la fabula de mierda esa se termino. Las mujeres de estos tiempos, con toda esta tecnología son demasiado vivas, saben engañar muy bien, manipulan bastante bien.
A la mierda me voy con una tailandesa, si eres un hombre inteligente y prefieres cuidarte de una fabula así, quizás es mejor una con menos fabula y mas manejable y mas directa. Además quizás no pensamos como tailandeses, quizás esa es una ventaja y creo que si la cultura de budismo la podemos aceptar y la practicamos pues mucho mejor para estar con ellas. Verán quizás un farang distinto