Un día en la universidad
Nunca fui un buen estudiante. No fue por eso que he acabado viviendo en Bangkok. Mis notas pasaban desapercibidas cuando era un mocoso y en mi adolescencia me importaba más el culo de Marta en el pupitre de delante que los senos y cosenos que escribía en la pizarra el profesor de matemáticas. Llegué a la universidad como casi siempre llego a todos los sitios. Tarde. Cuando uno se preocupa más por los senos de Marta que por los cosenos en las matemáticas pasan esas cosas. Repetir cursos y acumular suspensos, vamos.
Y sin embargo, mi madre aún presume con sus hermanas de que su hijo tiene unos cuantos papelajos en forma de títulos que acreditan que mi cabeza debería servir para algo más que para despeinarme a la moda. Es cierto. Lo que mi madre no cuenta a sus hermanas es que yo nunca fui capaz de sentarme más de una hora delante de un libro que no me interesase un carajo. O me enteraba a la primera de lo que leía porque me gustaba o a suspender.
Tampoco cuenta mi madre que su hijo tuvo que hacer una carrera de letras de esas en las que se estudia poquito y en las que con buenas palabras puedes aparentar que te has estudiado la lección. Incluso cuando la lección estaba resumida en unos apuntes que desgraciadamente se habían quedado en el bar el día anterior al examen tras lidiar con sendas cervezas. Y no con fideos con gambas, como sería normal en la vida universitaria de Bangkok.
Desconozco si seguirán sirviendo cerveza y carajillos en el bar de la facultad de comunicación en Barcelona. Imagino que ya no se podrá fumar ni siquiera ‘destrangis’. Ese tema de las libertades y de la moralidad que tan de moda está en España. Lo que sí puedo asegurar es que si mañana mismo me plantase en aquel bar me reconocerían todos los camareros que aún trabajasen en el chiringuito.
Allí pasaron mis años universitarios. En el bar. Menos mal que ya no tenía que estudiar senos y cosenos como en mi adolescencia. Lo que sí fue una pena era que Marta y su culo habían pasado de calentar pupitre en el instituto a calentar al personal que pasaba por su caja registradora en un Carrefour. Afortunadamente, Paulita y sus senos y cosenos fueron un buen recambio para amenizar los días en el bar de la universidad.
Es fácil imaginar así que mi primera visita al bar de una universidad pública en Bangkok me ponía algo más que el gusanillo en el estómago. Iba al centro del saber. Al templo del conocimiento siamés. Las puertas de la sabiduría se abrían ante mí gracias a una amiga me pidió que la acompañase a la universidad donde estudia Management, lo que vendría a ser como un Empresariales de ojos rasgados.
Son curiosas las universidades en este lado del mundo. No hace falta llegar siquiera al edificio para saber que estás en zona universitaria. Puedes darte cuenta gracias a los uniformes. Porque aquí los jóvenes llevan uniformes incluso en la universidad.
Seguro que la idea de los uniformes la tuvo alguna mente calenturienta que quería satisfacer a todos esos fetichistas que se mojan en sueños con chiquillas en falda y blusa de escuela. Obligando a las jóvenes a vestirse así en la universidad ya podían tener fantasías legales con jovencitas de dieciocho a veintitantos años y dejaban tranquilas a las estudiantes de secundaria. Y es que lo de los uniformes aún pone mucho a demasiados tipos de moral cuestionable. Que se lo pregunten a los japoneses.
Cómo no, mi amiga quería presentar a su amigo extranjero en sociedad. Y yo no iba a negarme a visitar el bar de su universidad, por supuesto. Lo que no imaginaba era que ese bar no era un bar a la antigua usanza, sino un puesto de comidas en el que los jóvenes devoraban arroz con pollo y sopas de fideos picantes a las nueve de la mañana. Eso sí que es el desayuno de los campeones.
Mientras esperábamos a sus amigas recordábamos nuestra comunión con el whisky de la noche anterior y ella hacía hincapié en cómo martilleaba su cerebro el amigo destilado escocés, fideos mediante.
-Ya te lo he dicho, yo nunca había ido a esa discoteca antes y no suelo salir de fiesta -intentaba convencerme ella.
-Pero sueles salir de fiesta -insistí.
-Casi nunca -esquivó-. Y sólo voy a lugares de música tailandesa en vivo. Si ni siquiera suelo beber.
-Cuéntame otra, morena -la buena de mi amiga había bailado toda la basura comercial que suena en Bangkok como si fuese una de las experimentadas bailarinas que Lady Gaga lleva en sus shows-. Te movías como pez en el agua entre cubatas y bailes.
-Eso es porque cuando acaban las clases ponemos música y mis amigas y yo bailamos.
-¿Cómo? ¿Os ponéis a bailar allí en medio de clase?
-Cuando se han ido todos -me explicó-. Nos hacemos fotos y luego bailamos temas de Rihanna, Lady Gaga o Pit Bull.
Difícil de creer, pero cierto. Su Facebook está plagado de fotos de ella y sus amigas vestidas con el uniforme y en sugerentes poses con la pizarra de fondo. Y yo que creía que lo mío en el bar de la universidad era de suspenso. No me imagino a mis compañeras de clase en la facultad poniendo ‘La Oreja de Van Gogh’ en el radiocassete de los ‘listening’ de inglés y bailando la coreografía mientras se hacían fotos haciendo morritos.
Eso sí, el plato fuerte estaba por llegar. Y no me refiero al arroz con ternera infestado de chile picante del que estaba dando cuenta, ya que adoro el picante y el arroz. Me refiero a sus amigas. Al futuro del ‘management’ en este país. A las empresarias del mañana en el Reino de Siam.
Tras las necesarias presentaciones y las sonrisas que me dedicaron, allí me veía yo, rodeado de unas cuantas universitarias en blusa blanca y falda negra en un chiringuito donde ni el letro de ‘push’ en la puerta estaba en inglés y en el que mejor olvidarse del café con cruasán. Cada una de ellas tenía una historia. Historias sin desperdicio.
Joy era la que más desapercibida pasaba. Hablaba lento, sus enormes ojos negros iban de un lado a otro y nunca fijaba su mirada en nada en concreto. Sonreía. Simplemente sonreía. Mi amiga me lo explicó en voz baja sin que ella ni siquiera se percatase pese a sentarse delante nuestro. A Joy le gustaba más la marihuana que a mí el arroz picante. Y mira que me encanta.
Sus amigas ya habían asumido que Joy era siempre la convidada de piedra. Ella se sentó, pidió su comida y sonreía. Si alguien le decía algo seguía sonriendo. Hablaba despacio. Elegía cada palabra. No negaré que su voz sonaba melódica, lenta y pausada como si fuese el disco compacto de un manual para principiantes en la lengua tailandesa.
Al menos, Joy se veía radiante. Dispersa pero bella. Nada que ver con Meena. La buena de Meena miraba de un lado a otro, no dejaba de hablar y ondeaba su larga cabellera morena para dar más énfasis a su discurso atropellado. No sumaba más de veintitrés años, aunque su cara no podía decir lo mismo. Su cara denotaba más kilómetros que la A2 con peajes y todo.
Lógico. Meena estaba enganchada a la noche. A los devaneos nocturnos que puede ofrecer Bangkok. Meena decía acabar cada noche en Wip bailando hasta las tantas de la madrugada, lo que no le impedía ponerse el uniforme unas cuantas horas después y pasearse por la facultad. Por supuesto, tenía un gélido secreto. Ice. Una popular droga entre los jóvenes tailandeses que no es más que metanfetamina de la de toda la vida algo rebajada.
Aun así, parecía que el día que conocí a Meena no podría seguir con su particular saga de ‘Ice Age’ para adultos. Su madre había ido a verla a Bangkok y tenía que batallar con una espinosa situación. La joven recibió unos 1.600 euros al cambio para guardar en su habitación por si se daban gastos inesperados. Pero la noche siempre tiene cubatas inesperados y dispendios varios inesperados. Muy contentos tienen que estar en Wip de que ese dinero se haya quedado entre sus paredes.
Todo aquello me pareció indicar que hay verdaderos problemas con las drogas en la universidad tailandesa. “Pasan de todo y se meten de todo; marihuana, cocaína, ice y lo que quieran”, me comentó mi amiga, la única que afirmaba estar alejada de todo eso. Con lo dura que es la Ley aquí con el consumo de drogas.
Lo mejor estaba por llegar. Ojerosa y con el uniforme sin planchar, Jee llegaba tarde a la cita con sus amigas. La noche había sido larga para ella. Había ayudado a su novio, Yod, a servir copas en su bar hasta bien entrada la madrugada. Pero Yod no era en realidad el único novio de Jee.
Jee tiene una cuenta en Facebook en la que sólo tiene cabida un hombre. Erich. Un alemán de piel rosada e incipiente alopecia rubia. Erich no luce atractivo como su joven amor de veintidós años. Algo que suele ocurrir cuando se tienen quince años más que la muchacha que has elegido para compartir lecho.
El bueno de Erich está enamorado. Y como está enamorado no le importa pagar las facturas. Y tampoco le molesta hacerse cargo de la matrícula de Jee en la universidad. Y del alquiler de su habitación. Hasta le deja un dinero para que la chica se alimente bien. Ella se lo compensa yendo a verle cuando no tiene que estudiar, que es una vez cada dos semanas. Porque Erich no vive en Bangkok, sino a tres horas de autobús.
Las fotos que Jee cuelga en Facebook con su amor son muy hermosas. Si no fuese porque el amigo ario no pega con la belleza asiática de Jee alguno podría decir que son una bonita familia. Y seguramente Erich sea más que un buen tío. Siempre da buenos consejos a las amigas de su amor.
¿Qué pasaría si Erich se enterase de que Jee financia los gastos de su novio tailandés con su dinero? ¿Cómo reaccionaría el bueno del germano si supiese que Yod le pide dinero a Jee constantemente porque afirma estar siempre sin blanca?
Erich está enamorado, pero desconoce que no le está pagando los caprichos sólo a Jee. Se los está pagando también a Yod. Jee también está enamorada, por eso paga todo lo que Yod le pide. No sé si Yod ama o no ama a Jee, pero yo desconfiaría de una relación que se basa en las facturas.
Quizás debería sentirme mal por haber hecho guasa con mi amiga universitaria y sus compañeras acerca de Erich. Pero no. Si alguien piensa que debería alinearme con el germano por el simple motivo de compartir conmigo el hecho de ser dos europeos en Tailandia, lo siento pero no pienso hacerlo. Siempre que veo un caso como el suyo deseo que una chica como Jee saque todo el provecho que pueda.
Nunca se ha de hacer en este país lo que no harías en el tuyo. No me cansaré de repetirlo. ¿Creerías que una jovencita quince años menor que tú estaría contigo por algún motivo que no fuese el dinero en tu país? Si no es así, ¿por qué piensas que Tailandia es diferente?
El dinero tiene demasiado peso aquí. Así que mejor eliminarlo de la circulación. ¿Quieres ver algo de realidad? Entonces no pagues un duro. No invites a tu amiga a la cena ni a las copas. No le pagues el taxi. Por supuesto no le dejes ni un baht sin motivo alguno. Porque en mi país todos los que pagan tienen un nombre. Y las que cobran tienen otro. Y yo no quiero ser ninguno de los dos.
Cosas que sólo pasan en Asia…
Tremenda historia universitaria, realmente a mi tampoco me fue muy bien en mi país.
Pero quizás tu podrías ver el culo de marta y luego los senos de paulita……… Mientras que a mi se me pegaban aquellas que querían llevarme a la iglesia protestante a escuchar al predicador. Así que mi vida Universitaria y mas que todo los 20´s fue bastante aburrida. Creo que para poder seguir progresando en la vida se necesita buena estimulación pero no encontré mucha. No creo que sea un tipo feo como Frankenstein o una cosa así pero me toco las que son mas puritanas y cerradas de mentes. Si tuve mis noviazgos, con algunas chicas por allí bastante buenas pero al final comprendí que soy de otro mundo, y quizás por eso escribo aquí.
Las universitarias y las drogas, bueno creo que mucha gente en esta etapa experimenta con drogas, es una edad de experimentación por lo tanto no es nada raro que uno se meta algo en la nariz o se fume su cosa relax y haga un viaje a Woodstock de los 60´s con jimy hendrix y the doors.
El Germano enamorao, coño que pensaría el? creo que le pasara a muchos en la Tierra de Siam de seguro. Parece que algunos corren suerte y otros no. Creo que el germano se arriesgo al elegir una universitaria que necesita gastos de estudios y otras cosas. Debe buscarse una que le baile a Chuchon primero, al menos esa tiene en su mente y en el espíritu al viejo con bastón, creo que esa haciendo todo el acto del ritual ya sabe lo que busca. jajajajaja
Al final tu párrafo es muy verdadero……….Saludos, Luis
El trato de Erich y Jee me parece que está claro. Él ya sabe que tiene que pagar y ella ya sabe que está con él por el dinero y cuando no le interese sólo tiene que dejarlo.
Tal y como yo lo veo, Erich está cumpliendo con su parte del trato, mientras que ella no.
Particularmente mis simpatías están con Erich y me encantaría que algún día descubra lo que está pasando y cambie de chica, que seguro que debe de haber cola esperando que él decida cambiar de pareja (salvo que él ya lo sepa y lo considere parte del trato, que también es posible). 😉