La ‘nueva’ Tailandia y su búsqueda de la felicidad
Cómo decirlo sin que suene mal. Siempre me chirría escuchar a alguien hablar de amor o libertad. Igual es culpa de Hollywood y de Los 40 Principales, que han abusado de ambas palabras hasta prostituirlas. Sin embargo, parece que últimamente este más de moda hablar de su prima hermana, la felicidad. Esa misma felicidad que el Gobierno militar de Tailandia dice estar devolviendo a sus gentes.
En esta Tailandia en golpe de Estado, lo nuevo vuelve a ser lo viejo. Porque el alzamiento militar -de nuevo- vuelve a poner todo en su sitio. No hay conflictos en el país, se siguen inaugurando centros comerciales y la cerveza sigue siendo barata para el turista en bañador. ¿A quién le importa la libertad de expresión cuando se trata de ser feliz?
Por eso, la estrategia pública del Gobierno militar que comanda el general Prayuth siempre ha tomado la bandera de la felicidad. Él mismo compuso una balada patriótica conocida como Devolver la felicidad al pueblo, regaló entradas de cine nacionalista y le dio fútbol en abierto al pueblo. Hasta ha obsequiado con cortes de pelo gratuitos.
Ahora, sin embargo, acaba de arrancar la fiesta definitiva en nombre de la felicidad. El evento masivo con el que la Junta dice dar al pueblo lo que desea. Un festival de seis días -que cobrará fuerza a partir de la noche de hoy- bautizado, otra vez, como Devolver la felicidad al pueblo.
En nombre de la felicidad, a partir de esta noche se cortan diversas avenidas al tráfico para celebrar conciertos de bandas militares, canciones entonadas por celebridades del país en honor al monarca, un mercado de baratijas y, cómo no, proyecciones gratuitas de la saga de películas The Legend of King Naresuan.
Un festival alojado, como no podía ser de otra forma, a escasos metros del Gran Palacio Real. En la representativa plaza de Sanam Luang, cuya traducción suele entenderse como Plaza Real, si bien también podría ser algo así como el centro amarillo. El color favorito de aquellos que compran Ferraris y nunca del color que popularizó al cavallino.
El lugar más feliz del mundo
Hay una guinda en esta búsqueda de la felicidad que la Junta militar pregona de cara a los tailandeses. Cada día se ofrecerá participar en la “sorpresa feliz”, un concurso para quienes visiten el festival y suban fotos a su perfil de Instagram mostrando una amplia sonrisa. Lo de sonreír es requisito imprescindible, ya que cada día se regalarán premios a la mejor sonrisa. El mejor ejercicio nacional.
A mí todo esto de la felicidad no me acaba de sonar bien. Porque lo del discurso feliz es norma cuando escasea la democracia. Y no creo que la idea de esta campaña venga inspirada por el clásico de Aldous Huxley, Mundo Feliz. Al fin y al cabo, el otro gran libro de totalitarismos, 1984 de George Orwell, esta prohibido en Tailandia. Mientras, que no pare la música. Menos aún la balada de marras, que tenéis unas líneas más abajo.
Imagino que nadie en Siam ha querido emular a ninguna dictadura -este golpe de Estado es diferente a cualquier otro y muy suave en según qué aspectos-, pero precisamente los gobernantes de Corea del Norte llaman a su país “el lugar más feliz del mundo”. Ese es también el nombre del último libro de David Jiménez, una colección de pequeñas grandes historias en Asia que es compra obligada para todo aquel que sienta curiosidad por esta parte del planeta.
Nueva Constitución y todo sigue igual
Como opinó alguien hace unos días en el foro sobre Tailandia más popular en español, este golpe no ha eliminado la democracia. Sino que ha devuelto a Siam a su estado natural. No puede decirse que el día a día de la mayoría se haya visto afectado. En un país en el que la democracia se la repartían dos bandos que representaban a muy pocos, el modelo actual ha variado muy poco el panorama.
El Bangkok Post lo resumía hace pocos días en un artículo de opinión. “Le decimos al mundo que somos una democracia, pero en realidad no lo somos, nunca lo hemos sido”. Pero como la libertad de opinión está difícil, el artículo finalizaba diciendo que, si al final un Gobierno militar ha de elegir a sus parlamentarios a dedo, “que así sea”.
Los turistas, tras un periodo de desconcierto, ya han visto que su actividad en el país de las sonrisas -ese donde se dan premios a las mejores fotos sonrientes- no se ve afectada para nada. Todo es seguro y el país sigue siendo tan atractivo como siempre. Incluso más, gracias a mejores precios y menos turistas por metro cuadrado.
Donde algo ha cambiado es donde el turista no se fija. Como en la censura, cada día más evidente. Aunque siempre en Tailandia se prohibió el acceso a numerosos sitios en Internet. Un ejemplo claro es que hace años que está vetado el porno en la red, lo que lleva a solitarios monjes a abastecerse de material en tiendas de dudosa reputación.
Por otro lado, la Junta militar afirma estar “limpiando” el país. Y devolviendo el honor a lugares de dudosa honorabilidad. Dicen que van a acabar con las mafias de las carreteras de Phuket, algo que haría muy felices a quienes allí viven.
También están forzando a las discotecas a cumplir los horarios. En pocos meses hemos pasado de ver a agentes en la puerta de locales como Scratch Dog tomando algo y controlando que la discoteca no cerrase a las 2 de la madrugada -como es Ley-, a que diez minutos antes de la hora maldita aparezca un quinteto de militares, ametralladoras en mano, y se clausure la fiesta. Todo el mundo a casa con caras ya no tan felices.
O no. Porque los clubes de arañas Shock y Spicy siguen abiertos durante toda la noche. Quizás sea por los rumores que dicen ambos pertenecen a altas esferas. O sólo para dar un lugar a los extranjeros que necesiten continuar la noche y evitar que las calles de Sukhumvit se llenen de señoritas que fuman vagando en busca de clientes. Todo sea por mantener el negocio.
Y, en mitad de todo este panorama, la nueva Constitución interina del país. Aprobada hoy y con unas primeras directrices, entre ellas que todos los miembros de la Asamblea Legislativa por los militares. Lo mismo de cara al primer Ministro. Se habla de elecciones en otoño del próximo año. Las encuestas dicen que el pueblo quiere que Prayuth se presente como alternativa democrática. La felicidad con felicidad se paga.
Sin embargo, se teme que se cuele en la fiesta alguien a quien nadie había invitado. La crisis. El mercado inmobiliario tailandés está tocando techo, con la demanda embalsamada y la situación crediticia al límite. Hasta el abuso de prestamistas de baja estopa está resintiendo las cuentas del país.
Si estallase una recesión, muy temida por demasiados, el panorama se complicaría. Tras cada golpe de Estado, Tailandia ha mejorado sus cuentas para luego experimentar una caída mayor. No en vano, desde mayo la moneda local se ha apreciado notablemente, y ayer el euro contra el baht se hundió un 0,4. ¿Va a poder mantener esta escalada el país? No lo sabemos. Pero, por si acaso, Bloomberg avisa que “la fiesta se ha acabado” y que es el momento de vender acciones tailandesas. Ya que, según ellos, puede haberse llegado al límite de crecimiento.
Lo raro es que no les haya tocado la crisis hasta ahora, llevamos casi 8 años que se dice pronto :O
Las crisis en Asia van por otros derroteros. Sobre todo en el Sudeste Asiático. Pero han cometido los mismos errores de siempre y están en la cuerda floja…
La búsqueda de la felicidad son las mamasitas tailandesas, jejejejejja
El articulo de los condominios es muy bueno, ese negocio esta muy bien si compras un condominio y en 5 años el valor sube y lo puedes vender a un buen precio para comprar otro y ahorrar un buen par de Bahts. Excelente idea.