No me hagas pensar y bésame, tonto
Jamás dudé que un hombre de verdad no es la cantidad de chorradas que escribe en un papel cuando va a buscar trabajo. En España o en Bangkok. No es el estúpido coche que conduce o el sobrevalorado barrio donde le puede tocar vivir. En España, en Bangkok o en el barrio de Pepe. A un hombre de verdad siempre lo he estimado por la cantidad de excusas que ha tenido que escuchar cuando intentaba colarse entre las faldas de alguna mujer. Para mí, lo que de verdad hace a un hombre crecer como hombre es que sea capaz de soportar tontería tras tontería en boca de sus conquistas y no tirar la toalla. Escuchar una y mil excusas hasta hacerse con alguna manera para saber cuando una tipa se la está dando con queso o no.
De todas las estúpidas justificaciones que ha tenido que soportar mi pellejo, hasta ahora la palma se la llevaba una tipa en el otoño de mis quince años. Una tarde se presentó en mi clase y sin siquiera pestañear me susurró que la había decepcionado. Que yo ‘no tiraba’ como amante, en el argot barriobajero del extrarradio donde vivíamos. Yo que intentaba dármelas de buen chico y no bajar la mano más allá de su cintura entre besitos adolescentes en su portal y ella esperando que me portase como el chico malo que creía que fuese yo.
Yo pensaba que mi historia con lo de ‘no tirar’ iba a ser la número uno en mi ranking en excusas baratas. Medalla de oro a la excusa más turbia que me han dado para negarme la boca. Dime que no te gusto o que te has colgado del cabeza hueca del Vespino amarillo, pero no me digas que me mandas al carajo porque no te meto mano. No imaginaba que tendría que estar en Bangkok para llevarme un tortazo peor.
A Rattika la había conocido una noche cualquiera. Habíamos tenido nuestros más y nuestros menos como ocurre en una relación cualquiera. Sobre todo tuvimos nuestros muchos menos. Cosas que suceden cuando quieres descubrir qué piensa de ti tu nueva amiga y ella, con un limitado inglés, te contesta que mejor “go see movie” y a vivir que son dos días.
Lo que más nos gustaba a Rattika y a mí era discutir. No estábamos a gusto si no nos tirábamos los trastos a la cabeza. Daba igual el motivo. La cuestión era gritarse y estar enfadados. Y en la enésima noche en que volvíamos a reconciliarnos me reveló el problema que tenía conmigo, parrillada de carne mediante.
-Supongo que nuestro problema es que yo no puedo hablarte en tailandés y que a veces no entiendes mi inglés -probé a justificarme.
-No es eso. Siempre podemos hablar en inglés -contestó demostrándome que ni me había entendido, algo muy común entre nosotros.
-Si me refiero a que yo soy español y somos muy diferentes.
–Tú a mí me gustas mucho, Sol.
-¿Ah sí? -no dudaba que allanaba el camino antes de soltarme lo que realmente pensaba.
–El problema es que me haces pensar.
-¿Cómo?
-Que me haces pensar -repitió ante mi perplejidad-. Cuando estoy contigo tengo que pensar. Me hablas de cosas que me hacen pensar. Y pensar no me gusta, ¿entiendes? No me gusta pensar.
Estaba preparado para cualquier cosa. Rattika podría haberme dicho que era un capullo integral y ni me hubiera inmutado. Aunque hubiese intentado humillarme criticando mi camiseta o el mechón que me caía sobre la frente me hubiese resbalado. Incluso si llega a decirme que besaba peor que el pulpo Paul con pecera y todo habría digerido el trago con honor. ¿Pero que la forzaba a pensar? ¿Que no le gustaba pensar? Aquello no entraba en mis planes.
–No me puedes decir que es malo que te haga pensar -traté de defenderme.
-Sí que es malo -desconocía que mi cultura estaba chocando frontalmente contra la suya-. No quiero pensar.
-A ver, Rattika, no me jodas. Trabajas dirigiendo las cuentas de una cadena de restaurantes importante en este país, no me digas que no piensas.
-Eso es el trabajo -se escudó-. ¿O acaso a ti te gusta trabajar?
-A mí me encanta mi trabajo. Y en mi trabajo sólo uso el coco.
-¿Ves? Es que me haces pensar -contraatacó mientras cogía los cubiertos y miraba a su plato, intentando concentrarse en aquel trozo de carne-. Cuando salgo del trabajo no quiero pensar.
-Vale, me rindo -me dispuse a convencerla de que no era tan malo-. Pero tienes proyectos, ideas. Usas el coco para eso, y tienes que pensar en todo ello. No sé, Rattika, hoy es sábado, has tenido el día libre, ¿qué has hecho antes de quedar conmigo?
-He estado en mi habitación. Durmiendo.
-¡Pero si has tenido tu único día libre! ¿No lo has aprovechado?
-¡Claro que lo he aprovechado! He estado durmiendo. Cuando no trabajo voy a mi habitación, duermo y descanso. Tengo que descansar porque la semana es muy dura y tengo mucho trabajo.
-Debe de haber algo más que te interese… -contesté aturdido.
-Me gusta salir de fiesta -recordé que precisamente nos conocimos entre copas-. La pasada semana tuve tres días de vacaciones y fueron muy divertidos. Me emborraché los tres días y fui a RCA y a Scratch Dog todas las noches.
Vale. Me había quedado claro. No le gustaba pensar. En aquel momento pensé que Rattika estaba loca como una regadera. Y si bien seguramente lo estaba, el que no entendía lo que pasaba era yo. No es que Rattika fuese diferente porque no le gustase pensar. Sino que parece ser que es una de las particularidades de más de uno por aquí. Pensar es aburrido. Simplemente déjate llevar.
Es el ‘carpe diem’ llevado al extremo. El delirio del personaje de Robin Williams en ‘El club de los poetas muertos’ al más puro límite. No te preocupes de lo que a tu alrededor suceda, sólo disfruta y déjate llevar. Qué más dará si el mundo se va a la mierda. Tú ves al cine, que hoy dan Transformers, Crepúsculo y Harry Potter. Precisamente las tres sagas favoritas de Rattika.
Por supuesto, dicha modalidad del ‘carpe diem’ tiene sus consecuencias. Te puedes montar en un taxi y decirle que te lleve a una calle en concreto, pero si él te dice “¿sigo recto?” asume que ya le dirás tú cuando quieres que gire. Así no se tiene que preocupar de la ruta, hecho que se traduce en terribles equivocaciones cuando le preguntas por qué no ha girado en la calle que le dijiste al montarte en el taxi y el conductor simplemente contesta “porque no me lo has indicado”.
Lo feo del asunto es que a veces hay que pensar para hacer según qué cosas. Y sobre todo profesionalmente. No sé cómo llevaría Rattika lo de llevar la gestión de su empresa, pero el caso más extremo que conozco de la fobia a pensar no lo viví en primera persona. Le ocurrió a uno de mis grandes amigos, que dirige un equipo de ingenieros tailandeses en una compañía establecida en Bangkok. Cuando llevaba un mes, reunió a su equipo de profesionales y les preguntó, uno por uno, cómo veían su función. Uno de ellos fue muy claro en cuanto a sus quejas.
-Y bien -arrancó mi amigo español-, ¿cómo ves el cambio en la empresa ahora que he entrado yo?
-Estoy contento, creo que lo haces bien -respondió cauto el ingeniero tailandés-. Pero hay algo que no me gusta.
-Cuéntame qué es lo que no te gusta -respondió inocente mi compatriota.
-Que me haces pensar -se desahogó el profesional local-. Nuestro anterior jefe no nos hacía pensar, sólo nos decía lo que teníamos que hacer y no nos preguntaba si lo veíamos mejor o peor. Tú me haces pensar y me siento más cansado.
Es curiosa la relación del cansancio con lo de darle al coco. Yo me canso si hago abdominales, pero esa es otra historia. Lo que hace que te caigas de la silla es que un ingeniero no quiera pensar. Si él no quiere pensar, ¿qué dirá el charcutero? ¿O el guardia de seguridad? Hasta entonces, yo siempre pensé que la ingeniería es una profesión de mucho pensar. Si me dijeses que los que estudiamos letras no tenemos que darle mucho al coco, de acuerdo. Pero un ingeniero son palabras mayores.
Claro, luego pasa lo que pasa. Los rascacielos en Bangkok, muy bien. Pero a veces se falla en lo más simple. En contar escalones. Admito que yo soy un tipo un tanto raro. Cuando subo las escaleras o paso por suelos de grandes baldosas me fijo en estupidedes como cuántos escalones o baldosas hay, o en cómo acaban. Seguramente cuando sea mayor me quede más loco de lo que esté por fijarme en esas chorradas, pero a veces me sorprende esta manía.
Cada vez que subía un paso elevado que hay junto a mi apartamento notaba algo raro. Algo no estaba bien en ese paso elevado. Yo subía los escalones y algo fallaba cuando bajaba los siguientes. Un día me dio por contar los escalones. Correcto. Treinta y cinco escalones al subir sumando los tres tramos. Cuando hice los de bajada vi el error. Treinta y cuatro. Un escalón menos.
No sé si el fallo fue del ingeniero o del fulano que pusiese la estructura para montar el paso elevado. Pero está claro que alguien la cagó y puso un escalón menos en un lado. Porque el suelo entre ambos lados es totalmente plano y no necesitaba equilibrar nada. Eso sí, me quito el sombrero ante quien tuviese que solucionar semejante entuerto para que el puente no quedase torcido (o al menos no lo aparentase) con el desequilibrio entre ambos lados del paso elevado. Ese tipo que dio con el arreglillo en cuestión si que tuvo que pensar, vamos.
Aunque de todas las particularidades a la hora de pensar o no pensar, me quedo con los letreros en este país. Los hay de todos los colores para hacer una serie de grandes cagadas a la hora de escribir algo en inglés. Pero me quedo con el mejor. El del metro de Bangkok.
Hay varias formas para transcribir el alfabeto tailandés al romano. No voy a explicar eso en estas líneas, pero podríamos decir que a veces pueden cambiarse consonantes para mostrar el sentido de una palabra en nuestro idioma. ¿Pero para qué complicarse en mirar si cuando algo se transcribe puede significar algo diferente en inglés?
Eso debieron pensar a la hora de traducir las paradas de metro al inglés. La última parada de la línea no la tradujeron, simplemente adaptaron su sonido al alfabeto romano. El problema es que lo adaptaron a nuestra escritura como ‘Bang Sue’. Vamos, lo que en inglés significa directamente “follarse a Susana”. Queda muy curioso bajar a las vías del metro y encontrarte un cartel que te indica que, para follarte a Susana, gires hacia la derecha.
Particularidades de la manera de ver el mundo a este lado del mundo. Aunque hace pocos días una amiga española me recordó que lo de pensar tampoco gusta mucho en España. Tras contarme que estaba nerviosa porque no le venía la regla porque había dejado que acabasen dentro de ella sin preservativo varias veces tuvo clara su justificación. “¿Acaso piensas que en aquel momento estaba yo para pensar?”. Ahora sí que piensa en ello. Y piensa mucho.
“I love shopping, sleeping, watch TV and go party.” Alguna más te dirá que le gusta viajar. Suerte encontrando alguna que tenga algún hobby de verdad y que no le de alergia pensar.
marika!!!
para cuando actualizaciones???? en k cojones pasas los dias????
Sino que parece ser que es una de las particularidades de más de uno por aquí. Pensar es aburrido. Simplemente déjate llevar…….. me quedo con estas palabras que escribes aquí. Pues bueno si el amor no es para dejarse llevar, no habrá nunca amor de ningún tipo.
Coño hasta carteles de Bang Sue – Follarse a Susana, hay que girar a la derecha, la esquina de la folladera se formo…….. jjajaajaj
Para excusa, la que me dió una a mi, me dijo que me dejaba porque habia tenido un sueño en el que yo me la cargaba en pleno acto sexual, o sea que me dejaba porque creia que iba a matarla en medio de un polvo, en fin…
Tambien hay que tener en cuenta que en esa parte del mundo, su centro de gravedad oscila entre el estomago y el sexo, mientras que en occidente oscila entre la cabeza y el corazón, y generalmente puede la cabeza. Asi que pensar como hacemos aqui, es algo que sospecho, les pilla lejos de sus intereses.
Una ultima reflexión, has dicho “Hasta entonces, yo siempre pensé que la ingeniería es una profesión de mucho pensar. Si me dijeses que los que estudiamos letras no tenemos que darle mucho al coco, de acuerdo.”
No puedo estar de acuerdo con que solo se piensa si eres de ciencias, un abogado por ejemplo que es de letras puras, de hecho se le llama “letrado”, ha de pensar y mucho para defender bien a su cliente, para que no lo metan en el trullo o al menos no salga muy perjudicado.
Finalmente la preferencia por no pensar y ser solo un ejecutor de ordenes tiene tambien mucho que ver con la cultura y educación en las dictaduras. No se fomenta ni pensar ni ser creativo, se fomenta la obediencia ciega, la sumisión y la memorización. De ahi que no tengan costumbre de pensar por sí mismos y prefieran obedecer ordenes claras. Eso le gusta al poder establecido, gente sumisa que no cuestione a los que mandan.
Fin
Respecto al comentario anterior: la politica es un resultado y no un medio y no explica el comportamiento de la gente de un país, el cual asienta sus raíces muchos siglos atrás. Al igual que nosotros seguimos siendo los descendientes del Lazarillo de Tormes y Santo Tomás de Aquino.
La única verdad irrefutable es que existen diferencias. Pero también cabe la opción de que el no pensar, o pensar menos sea más saludable. A la realidad me remito. Nosotros como buenos cristianos vivimos planificando y organizando, con constantes proyecciones sobre el devenir. Y éstos, como dicta el budismo se preocupan más de hacerle caso a la realidad inmediata. Por supuesto esto son generalizaciones, pero igual es más sana su costumbre de darle importacia a lo inmediato. Cuantas veces hemos estado comiendo y pensando en el problema que tuvimos en el trabajo o que podremos tener en vez de disfrutar de la comida, como esta gente sí hace (por eso es habitual que publiquen en facebook que comen).
Mi opinión es que pensar menos es mejor, por eso disfrutamos cuanto estamos de fiesta o de viaje, porque pensamos menos y nos fijamos más en la realidad. Budismo puro. Del de verdad, no de el del dólar.
me estoy leyendo el blog como un redescubrimiento de la tierra que quiero tanto jeje. Acertadísimos tus comentarios, voy a bangkok en 10 días y me está sirviendo de guía para los locales de moda y los que siguen abiertos/cerrados. Voy con dos amigos más y es la primera vez que van, tampoco les quiero condicionar demasiado con demasiada información. Info que a mí me viene de perlas, pones en palabras muchas cosas de las que ya he vivido y es una pasada: las que fuman, los garitos verdes, naranjas y rojos……carajo si he acabado en el desguace en más de una ocasion jajaja. Divertidísimo sigue así de verdad, todo un referente