Nos cierran las discotecas a los que no buscamos putas. Los puteros, en cambio, siguen en el juego

Si la prostitución está prohibida en Tailandia… ¿qué hacen las chicas dentro de estos locales de luces rojas? ¿Cuentan chistes al personal?

Mi prima Mónica -la de Barcelona, no la de Bangkok- siempre fue una muchacha confusa. Cuando en nuestros años mozos nos juntábamos frente al pilón del barrio, ella era la única que defendía -Superpop en mano y bolsa de chuches en el bolso- que nunca se amorraba al pilón. Que era una muchacha casta y que todas aquellas que cada sábado por la tarde se morreaban con lengua con un chico diferente en el cine no eran más que unas guarras.

Mi prima Mónica decía que ella no era una cualquiera y que sólo se besaría con alguien especial. Pero mi prima Mónica fue la primera a la que pillamos en un portal con las bragas por los tobillos mientras un Don Nadie culminaba precozmente dentro de ella. Luego nos enteramos de que aquella no había sido la primera vez. Y sin embargo, Mónica siguió afirmando ser casta y pura mientras tachaba de sucias al resto de chicas de mi barrio. Las mismas que aún no habían pasado de los besitos en el cine y que desconocían la oscuridad de los portales.

La buena de mi prima Mónica era como tantas otras adolescentes que se debaten entre no reprimir sus instintos y al mismo tiempo tratar de dar una imagen pura y casta que no es real. Exactamente lo mismo que le pasa a Tailandia. El Reino de Siam también se debate entre el lujurioso lugar en que se ha convertido para algunos y la bucólica imagen que intenta dar al mundo. Aun así, a Tailandia no se la cree nadie.

Lo que aún resulta más obsceno es que el Gobierno tailandés siga empecinado en reafirmar que la prostitución está prohibida en el Reino. Curiosa afirmación. Tailandia es el principal destino turístico sexual del mundo, al que cada año llegan hordas de hombres entrados en carnes y en años en busca del cariño de las señoritas que fuman, tan particulares y tan melosas en este rincón del mundo.

Estas lindas señoritas seguro que no infringen la ley y no venden su cuerpo…

La última vez que volé desde Europa hacia Bangkok lo hice previa escala en Alemania, y desde allí partí con decenas de hombres entre los cincuenta y los setenta años con cara de querer gastarse la pensión en los prostíbulos de Bangkok. También compartí vuelo con algunos jóvenes arios con cara de ligar poco en territorio germano y embarcando en vuelo directo hacia los distritos rojos de Tailandia. Entraban en el avión armados polla en mano. Preparando el camino. Lo que menos se veía en aquel avión eran parejas en luna de miel y turistas sin caras de puteros.

Pero la prostitución está prohibida aquí. Eso dice la Ley. Otra cosa es que afirmar que la prostitución no existe en Tailandia es tan poco válido como sería decir que la economía española es un valor al alza. Es todo tan estúpido que los bares de chicas no se esconden en Bangkok. Los letreros luminosos rezan eslóganes como ‘Super Pussy’, ‘HotMale café’ o ‘Lolita’s bar’, mientras que desde la calle se pueden ver a las chicas bailando en paños menores sobre una barra americana.

Bonitos luminosos en una de las calles donde más turistas pasan, mujeres y niños inclusive. Pero ahora que caigo, la prostitución está prohibida en Tailandia. ¡Ah claro! Ese letrero ha de ser el de una clínica ginecológica. Cómo pude dudarlo…

Todo esto no sería una molestia para mí y ni siquiera le daría importancia si no fuese porque el panorama nocturno de Bangkok se ha transformado en las pocas semanas que el nuevo Gobierno tailandés lleva en el poder. Todo es obra del Ejecutivo liderado por la reciente ganadora de las elecciones, hermana del depuesto y desterrado anterior líder de su partido, y cuyos nombres me doy el lujo de omitir. Heredera de los votos de la gente pobre y de los pueblos -entre las regiones de Isaan, el norte y el sur suman más de la mitad de la población-, la nueva primera ministra del Reino es defensora a ultranza de una Tailandia moralista en la que los excesos nocturnos no tienen cabida.

Lo primero que hizo el nuevo responsable de economía fue afirmar que Tailandia se iba a convertir en un destino turístico familiar. Y voy yo y me lo creo. También que iban a acabar con la industria de los bares de chicas. Vale, que sí, que también me lo creo.

El problema ha sido que a la buena de la primera ministra le ha dado por ponerse dura con la legislación vigente en torno a los horarios de cierre de los locales de copas. Y es que los horarios de cierre de la diversión etílica gastan los mismos problemas que el debate sobre si la prostitución está prohibida. Fiel a su doble moral, Tailandia no permite que las discotecas y los bares de copas cierren más tarde de las dos de la madrugada. Un horario cuanto menos mojigato y conservador. Y sin embargo, cuanto menos falso en la práctica real. Porque no somos pocos los que en Bangkok acabamos la fiesta normalmente a las siete de la mañana del día siguiente. Algunas veces incluso a las once.

¿Cómo es posible? Muy fácil. Mediante lo que mejor funciona en este país. La corrupción. Las discotecas no pueden abrir más allá de las dos, pero gracias una buena suma de dinero pueden comprar a la policía, que hará la vista gorda y dejará que los locales sigan abiertos sin esconderse y con sus luces y música a todo trapo hasta que se vaya el último cliente.

Así funciona todo en este país. La prostitución está prohibida, pero la policía hace la vista gorda. Los bares de copas no pueden abrir más tarde de las dos, pero la policía hace la vista gorda. En los mismos lugares no se puede fumar, pero la policía hace la vista gorda. ¿Recuerdan que hace poco hablamos de que en Isaan las niñas de mayor querían ser las esposas de un farang con dinero? ¿Y recuerdan qué querían ser los niños? Sí. Querían ser policías. No por los tres cientos euros al cambio que ganan al mes. Sino por los miles y miles de bahts que ganan mediante corruptelas y sobornos varios.

Aun así, el flamante Gobierno quiere dar ejemplo en estos momentos. Por eso estas dos últimas semanas hay patrullas enteras de policía que cierran todos los bares de copas más tarde de las dos. Nos están dejando sin fiesta. ¿Pero a todo el mundo por igual?

Pues no. Porque en Tailandia hay dos tipos de discotecas muy diferentes entre las que cierran tarde:

Las buenas. Son visitadas mayoritariamente por público tailandés. Chicos y chicas que van a beber copas. Jóvenes prácticamente todos. También vamos algunos extranjeros que vivimos en el país y tenemos amigos locales. Y lo más importante: no se suelen ver putas en estos lugares. Al menos, no es lo común, y son lo más parecido a una discoteca normal en cualquier ciudad española. Son locales como Scratch Dog, Wip, Narz o similares.

Disfrutando en una conocida discoteca de gente ‘normal’ que cierra tarde.

Las malas. Discotecas que aparentemente tienen pinta de locales de copas donde ir a bailar y ligar. Pero no. Son un engaño en realidad. Su público masculino está formado íntegramente por extranjeros caucásicos, y muchos de ellos mayores y entrados en años y kilos. Las chavalas, en contrapunto con semejante esperpento de hombres, son jovencitas esbeltas que además derrochan una sospechosa simpatía. Vamos, que son todo trabajadoras de la noche. Lo que pasa es que son autónomas. Freelancers. Intentarán ligar contigo. Harán como si realmente les gustases. Pero es todo mentira. Buscan tu dinero y si les dices a tiempo que no vas a pagar un duro, probablemente se vayan. También son locales que cierran muy tarde y en ellos las copas son muchísimo más caras. Los ejemplos más conocidos son Shock39, Insomnia, Spicy, Climax o Swing.

El podio de Shock39, antro de mala muerte donde sólo hay viejos farangs y freelancers. Es tan lamentable que hasta se puede ver a un fulano vestido de Steve Urkel intentando camelarse a una prostituta rusa. Es preferible mantenerse alejado del lugar.

Mi considerable enfado con la nueva política moralista del nuevo gobierno es que se centra en clausurar todos los locales de copas que no respeten el cierre de las dos de la madrugada. A medias. Manadas de coches de policía se presentan en las discotecas que abren hasta tarde y cierran los garitos. Da igual quien haya dentro. Música apagada, luces encendidas y todo el mundo a casa. Si has comprado alguna botella, la discoteca te la guarda para la próxima ocasión. Pero de ligarte a esa chavala tan simpática con la que hablabas ya puedes olvidarte. Todos a dormir.

Eso lleva pasando durante las dos últimas semanas. Da igual que las discotecas hayan pagado los gastos de corrupción a la policía para que hagan la vista gorda. La nueva política de cierres es demasiado estricta. Pero como casi siempre en este país, hay dolorosas excepciones.

La política de cierres juega en favor de ese buen moralismo tailandés. Sobre todo intenta evitar que las jóvenes sin recursos se perviertan en manos de los sucios farangs que quieren corromperlas con su dinero. Por eso, se cierran todos los locales. Pero no todos acaban por bajar la persiana. Porque las malas discotecas, esas que están llenas de putas y viejos europeos, acaban por evitar el cierre. Tienen más dinero. Ganan mucho más por las copas. Una botella en una discoteca de las malas vale casi tres veces que en las buenas. Así que, cuando la policía se presenta, les sobornan de nuevo con ese dinero que les sobra. Logran evitar cualquier intento de cierre gracias a pagar más dinero a la corrupta policía.

Eso es lo que ha conseguido el nuevo Gobierno con su política de cierres. Ha dejado a sus juventudes sin copas y sin diversión. A los muchachos de veintitantos años que trabajan duro toda la semana y que quieren pasar un buen rato con sus amigos el sábado por la noche los envía a casa. Les censura una de sus diversiones. Con lo mal que están las relaciones sociales cara a cara en Tailandia por culpa de Internet y la telefonía móvil, lo que faltaba ya es que les prohibiesen disfrutar de uno de los pocos entretenimientos sociales que les quedaban.

A quienes nos gustan esos locales donde las putas no son la tónica habitual también nos dejan en bragas. A casa igual que ellos.

Lo realmente patético es que los que siguen en el partido son todos esos viejos farangs podridos en dinero y dispuestos a pagar a sus putas. Para ellos, las discotecas cargadas de freelancers están abiertas hasta bien entrada la mañana. Y también siguen en el partido esas jóvenes freelancers que holgazanean todo el día para luego buscar a un tonto que les pague los caprichos o al menos el polvo de esa noche.

Eso ha conseguido esta nueva política de cierres. Prohibirles la diversión a los jóvenes que trabajan en lugares dignos y que se dejan la piel en empleos de ocho horas y seis días semanales. Y lo que también ha provocado es favorecer a esas holgazanas que ganan tres o cuatro veces más que esos jóvenes trabajadores a costa de no hacer nada durante todo el día y luego acostarse con un farang cualquiera a la noche.

Bravo Tailandia. Una vez más has vuelto a demostrar que la prostitución está prohibida en este país.

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2 comentarios

  1. Oscar Prat dice:

    Niños a casa,cuando casimira lo mande.Que hay que levantar el pais,en vez de levantar otras cosas.

  2. Aaron dice:

    Que mierdero todo este rollo de cierres para los jóvenes. Por aquí en mi país el protestantismo religioso me cerro muchas puertas de progreso y diversión, en mis décadas de los 20´s. Realmente fue un tiempo difícil para mi y realmente no habían muchas como tu prima por aquí y disculpa que lo diga de esta forma, por que lo que había eran mujeres de carácter definitivo. Asi que no había mucho que hacer y realmente es un país caro, con solo decirte que la cerveza no llegaba a costar el dólar, ahora si la venden a dólar en un bar es un buen precio.

    Ese bar de farangs de 50 años o mas debe estar rezado por las mujeres tailandesas que creen en Chuchon……… jejejejej

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